jueves, 14 de mayo de 2015

Natural o no natural

Se ha montado bastante revuelo en las redes sociales debido a una fotografía donde aparecen unos párrafos que hablan sobre la homosexualidad y la heterosexualidad de una forma, por así decirlo, un tanto subjetiva. La importancia de la noticia radica en que estos párrafos se pueden leer en libros de texto para adolescentes que asisten al instituto. Los párrafos en cuestión son los siguientes:

El fragmento del libro de biología con la definición de 'homosexualidad'.

Merece la pena añadir que en contra a lo que se iba predicando por Internet, el libro no pertenece al conocido grupo SM -aunque una pequeña relación sí que guardan con los creadores del libro de la polémica-. Ellos mismos han confirmado lo que yo os escribo mediante un comunicado oficial en su página web: haced click aquí para leer el comunicado.

No he decidido publicar esta entrada en mi blog para comentar esta jugada "maestra" por parte de los autores del libro de texto; creo que sobran las aclaraciones que pueda hacer. Lo que sí me gustaría comentar es algo que me ha llamado mucho la atención, lo que la gente opina sobre la noticia, y sobre todo, lo poco natural que algunos suponen que es la homosexualidad. Aunque la mayoría de internautas han decidido criticar severamente a los autores de este párrafo, son algunos los que afirman que, aunque sea un poco exagerado, sí tienen en parte algo de razón ya que, para bien o para mal, la homosexualidad no es algo natural y va en contra de la naturaleza. Ni mucho menos vengo tampoco a debatir sobre esta sentencia -que para mí es rotundamente errónea, pues considero que natural es aquello que simplemente puede existir, otra cosa es bajo qué punto de vista decidamos juzgar-, sino a aclarar qué equivocados están algunos en juzgar lo correcto bajo el precepto de que es natural. 

Hay que comprender que el ser humano es un ser que se rige bajo la costumbre y la rutina, anteponiendo la tradición a muchos elementos quizás más trascendentales en la vida. Por ello, asumimos que lo que es normal o más común a nuestro alrededor es lo natural, porque siempre está ahí -incluso cuando podría llegar a ser antinatural-. Así que si observamos algo a diario suponemos que es lo que debe estar ahí, es decir, lo correcto. Somos seres con miedo a lo nuevo, pues desconocemos sus características y no sabemos qué consecuencias nos puede tocar sufrir. Me gusta ejemplificar esto con todo aquello relacionado con la muerte. La muerte, aunque bajo nuestro pesar es algo a lo que solemos temer, es fundamental para que todo este circuito que es la historia pueda seguir siendo un hecho. Es una verdad que todos solemos guardar de forma encubierta en nuestra mente, pero que muy poco intentamos analizar. La muerte es tan natural como el comer o como dormir todas las noches. Y aun conociendo lo natural que se supone que es que nuestras vidas finalicen cuando tengan que finalizar, uno de los objetivos predilectos de la humanidad es intentar evitar este fatídico momento. Cada año surgen nuevas curas para enfermedades incurables, cada año aparece nueva tecnología capaz de crear órganos perfectos para trasplantar, cada año aumenta más la esperanza de vida del ser humano medio... y creemos que esto es lo correcto, que esto es lo que hay que hacer... pero sin embargo no hay nada más antinatural que vivir más de lo que se supone debemos vivir e ir en contra de la misma muerte. No me parece algo perjudicial, ya que es característica intrínseca del ser humano ir más allá de su capacidad, pero me sirve a la perfección para ejemplificar cómo los humanos aceptamos cosas como correctas incluso cuando son antinaturales. Así que, transportando este ejemplo a la homosexualidad -que insisto, opino que SÍ es natural- imaginemos por algún momento que se descubre de forma irrefutable que esta, como dicen algunos, es antinatural... Pues digo yo, ¿Y qué? Podemos hacer una lista infinita de acciones individuales y supuestamente antinaturales que ejecutamos a diario y que, sin embargo, juzgamos como correctas. Estimamos en demasía a lo que se supone que es natural a la hora de pronunciarnos moralmente, nosotros, el ser humano, creador de lo inexistente y Dios de lo artificial, cuando no podemos siquiera asegurar al completo que algo sea natural o no; no hay medios para ello sino puntos de vista u opiniones para así considerarlo. Si nos ponemos a juzgar lo natural de nuestras acciones desde el punto de vista más extremista, es decir, considerar lo natural como el ser humano viviendo de forma directa de la naturaleza como ser primitivo, veremos que TODA nuestra vida es un compendio de acciones antinaturales: vivimos con luz aunque la luna esté en el cielo, viajamos a velocidades estratosféricas comparadas a la velocidad del andar humano, podemos comunicarnos con personas a cientos de kilómetros cuando nuestra vista no alcanza más de unos pocos kilómetros... y todo esto, insisto, sin poder cerciorar de forma definitiva qué es lo natural, ya que depende, como todo, del punto de vista que decidamos escoger.

NOTA: asumo la muerte como algo "natural" para poder ejemplificar, y sobre todo, porque me parece uno de los pocos elementos existentes capaces de ser juzgados como naturales. Aunque insisto en que no se puede saber con plena seguridad si lo es o deja de serlo. Pero, como suele ser un elemento trascendental en nuestras vidas e intocable, condicionante en todos los aspectos posibles, creo que se me puede permitir juzgarla de natural al menos para poder explicarme en esta entrada. Y, aunque la falacia "ad populum", falacia es, creo que cualquiera que lea esto tratará la muerte como algo natural.

Quizás me he liado demasiado dando explicaciones largas para asuntos fáciles de aclarar. En definitiva quería explicaros que NO hay que juzgar los sucesos o la realidad misma mediante el dogma de lo natural porque no tenemos seguridad plena de qué es natural o deja de serlo. Y, aun disfrutando de la seguridad de que algo sea natural o no natural, no hay que achacar el que lo sea para juzgarlo, ya que no podemos relacionar lo moral y lo natural -por la naturaleza indefinida de lo mismo- y ni mucho menos encumbrar lo supuestamente natural detestando aquello que no se amueble a ello. El mundo no es de una forma, es de millones, tantas como personas y conciencias existen. Achacar que algo es innatural es como decir que el vaso está medio lleno, algo que depende de afirmaciones culturales y casi nunca científicas.